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viernes, 4 de diciembre de 2009

En la primavera aumentan las consultas por trastornos alimentarios

En la sociedad moderna donde el físico y la belleza juegan un papel fundamental, la anorexia y la bulimia se presentan como un cuadro crónico y progresivo que se manifiesta a través de la conducta alimentaria, en su mayoría de mujeres entre 12 y 16 años. Sin embargo, la realidad es más compleja que la distorsión de la auto imagen corporal y el temor a subir de peso, sobre todo en esta época del año donde aumentan las consultas por trastornos vinculados a la alimentación. “En la primavera el problema aumenta”, reconoce Rubén Asensio, psiquiatra con más de 20 años de experiencia en el tema. El profesional atribuye el incremento en las consultas a que después del invierno las chicas pasan de estar con todo el cuerpo oculto a estar más expuestas y “la situación desencadena la dificultad puesta en el cuerpo que tiene que ser mostrado”, dice.

Asensio impulsa una modalidad de atención que lo saca de tratarlo como una enfermedad para abordarlo como un “problema” que involucra tanto a la familia como a la adolescente. Y conforme esa evaluación, propone sumar los esfuerzos de todos para resolverlo, terapeuta incluido. “Esto no siempre es factible por la conducta errática de los adultos (padre, madre) que buscan hacerse amigos del hijo en lugar de ponerse en el lugar de quien pone los límites”, subraya.

Para Asensio enfocar el problema de la anorexia y la bulimia como un conflicto de las nenas que miran y copian a las modelos de pasarela encierra una actitud “machista y descalificadora”. “Es como decir que es cosa de mujeres tontas y de adolescentes que no saben discernir”.

“La adolescencia es el momento donde se producen los cambios y se manifiesta la rebeldía, y eso a los adultos nos vuelve locos”, subraya el psiquiatra, y apunta directamente a lo que considera el nudo principal del problema: “Si el adulto sabe dónde está parado puede entender mejor al adolescente y sabe lo que tiene que hacer, en cambio, si tiene conflictos sin resolver, no sabe para qué lado correr porque el hijo lo coloca en el lugar de esas situaciones irresueltas. Entonces, lo primero que sale es hacerse amigo del hijo, cuando en realidad amigos se encuentran en todos lados, en cambio papá y mamá hay solo uno”.

Para el psiquiatra los problemas alimentarios tienen que ver con que están perdidos los límites de quién manda. “El modelo que viene desde lo social es vacío, insulso, no permite nada, es pornográfico, no es ni siquiera sensual, por eso hacen falta los modelos paternos, aunque sean duros o rígidos”, afirma.

Miedo a crecer. El psiquiatra creador del grupo Sigma explica que quienes tienen este tipo de trastornos mayormente son personas retraídas e inteligentes. En un principio el problema se manifiesta con una excesiva preocupación por la composición calórica y la preparación de los alimentos. Más tarde, la obsesión por la imagen llevará a que lentamente dejen de comer, utilicen diuréticos y laxantes o abusen del ejercicio físico. Esta conducta generalmente pasa inadvertida para los padres, quienes se consuelan diciendo que ya va a pasar. “Cuanto antes se tome el problema, mejor será la evolución”, ratifica el psiquiatra.

El trabajo terapéutico de Asensio aborda cuatro instancias: individual; familiar, grupal y el enfoque biológico del problema con la participación de un médico clínico. “A veces me cuesta más trabajo que los padres cambien de actitud en relación al hijo. Los chicos vienen y me cuentan cómo los manipulan”, relata el profesional.

“El conflicto tiene que ver con el posmodernismo, con ser buenos padres, con ser el mejor. Sentémonos a hablar, busquemos el espacio para hacerlo pero no como amigos —sugiere el psiquiatra—. En la medida que los padres cambian esa conducta, los chicos mejoran”, subraya.

Compromiso. Ariel Torres Morales es médico clínico y el encargado de seguir a las jóvenes desde el punto de vista de la salud general y nutricional. “No se trata de armarles una dieta con los aportes nutricionales que necesitan porque ellas conocen perfectamente qué deben comer y cuántas calorías tienen tal o cual alimento. Una chica que come 500 calorías por día, que son muy pocas, y pesa 35 kilos y se vé gorda, es porque decidió comer pocas cantidades”, afirma el médico.

Desde lo nutricional el tratamiento se basa en fijar los límites, por ejemplo, no bajar de peso, e invitan a la familia a sumarse a lograr ese objetivo. “Los límites que la familia aprende a poner son una pieza clave para el tratamiento”, sostiene finalmente.

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